Pamplona, la estrella del norte.

He tenido la suerte de estar unos días en Pamplona y poder descubrir parte de sus encantos, parte de sus calles y parte de sus parajes y me he quedado con ganas de más.

Lo primero que me viene a la mente al pesar en Navarra es historia, historia viva que se remonta a cientos de años, una historia propia y característica que ha ido dejando su huella a lo largo de los siglos en una ciudad que es moderna, abierta y con mucha tradición.

En el centro de la ciudad ejerciendo de gran pulmón y catalizador de todo está la Ciudadela, una gran fortaleza con sus muros, sus fosos y su actividad que te transporta a otra época donde igual puedes encontrar edificios de singular belleza como hojas rosas o luces imposibles en un entorno que te hace viajar en el tiempo. Un lugar que te invita a sentarte al abrigo del otoño y dejar escapar tu imaginación a donde quieras ir. Un lugar donde la noche se cierra y da un encanto peculiar, mitad ciudad de encanto, mitad escenario de terror que te atrapa y te invita a pasar por allí una y mil veces.

Pamplona es peregrinación y es Camino De Santiago, rutas de encuentros y lugares donde confluyen todos los caminos para hacer unidad al andar, es Puente la Reina, con su imponente puente románico cuyo reflejo ha visto por siglos el caminar de peregrinos hacia Santiago.

Navarra es bastión de defensa de los pueblos del norte como Artajona que se levanta imponente con sus murallas y sus torres para defender un pueblo milenario.

Pamplona es crepúsculo que al terminar el día deja bellas estampas de agua, de sol y de paz.

Pamplona es al fin ganas de repetir, ganas de seguir descubriendo y ganas de seguir aprendiendo.

Gracias a mi guía, Juan Ramón, que me has llevado y explicado de manera generosa un montón de rincones de esta maravillosa tierra.

Volveremos!